El concepto de lo íntimo, de lo secreto es muy relativo, subjetivo y cultural. Siempre me he metido en camisas de once varas y escarceos con al trascendencia. Creo que es hora, y así lo pensamos más uno de mis amigos, de rescatar la sensibilidad religiosa del ridículo monopolio de los curas, los brahamanes y los burócratas sin arte y sin misterio. Hay una idea que tenemos clara de la que participo enormemente y es: que hay personas que nos hemos dado de baja unilateralmente de toda institución religiosa, no por falta de sensibilidad religiosa sino por exceso de ella. Lo sagrado vive por la vía del asombro.
Sagrado viene del latín “sacer”, es lo que está separado, lo que delimita el espacio “fanum” del “profanum”. Es lo que le da profundidad a la mirada y no permite que el mundo sea un espacio plano. Lo sagrado es lo real, también lo totalmente otro, a la vez fascinante y terrible. Lo que antes nos venía de la mano de los mitos, esas imágenes arquetípicas hoy no lo hace. Hoy los mitos son raquíticos, se restringen a O.T., brodio insuperable de TV, la Jurado y otros muchos del mundo de la farándula y el periodismo basura tan en boga en nuestra civilización, que se retro-alimentan de gilipolleces para tener de que hablar y de que ocuparse. En occidente los viejos mitos literarios no parecen tenerse en pie. Aunque es fácilmente detectable que en este mar de tonterías permanecen inalterables los viejos mitos inmutables de forma subterránea.
Mi formación ha sido totalmente humanística y clasicoide y ha dejado un lastre que unas veces pesa y otras te ayuda a vivir de una forma mas alejada del existencialismo. En mis años de adolescencia tuve experiencia de lo sagrado a traves de la música y la liturgia católica con la que tuve que tener afinidad. Recuerdo las celebraciones religiosas en Castellnovo en Semana Santa. Experimentaba una especie de catarsis tras la representación de la Pasión cada año para la primavera. Desde la novena del Cristo de la Misericordia en la que cada día, Ramón Tortajada, el cura de mi pueblo, nos hacia cantar un Miserere en canto llano a cuatro voces en la Capilla del Cristo. Un año vino un coro de Valencia que interpretó, de forma sesgada, el Oficio de Semana Santa de Tomas Luis de Victoria. La escenografía acompañaba a la música y el todo resultaba especialmente eficaz. Se iban apagando paulatinamente los cirios del altar, esta era la única zona iluminada de la nave, al final toda la iglesia quedaba “in tenebris”. Era algo palpable de lo que se quería comunicar. La oscuridad que cubrió al mundo cuando Cristo falleció. Este efecto psicológico iba ligado al fluir casi impersonal de la música. Los cirios se iban apagando estrofa a estrofa hasta conducir a la noche oscura del alma. Lo que sucede luego es la noche de Pascua de Resurrección, que sin duda alguna es lo esencial de Cristianismo, que comienza la celebración litúrgica con la nave de la Iglesia totalmente en tinieblas a excepción del cirio pascual que representa a Cristo. En este momento brilla una sola llama en la nave de la Iglesia y poco a poco se van encendiendo candelas de cada uno de los fieles que multiplica la luz inicial cambiando el efecto trágico del Oficio de Tinieblas. Estos momentos no prueban la existencia de Dios, pero si la existencia de “algo”. Algo en vez de nada. Por lo menos nos prepara para la experiencia mística de la noche. La experiencia de algo. La experiencia de Dios? La experiencia mística por supuesto. La experiencia de lo sagrado. La experiencia de que todo es lo mismo siendo todo tan diverso según la persona que lo experimenta. Lo malo es que a base de reproducir la misma liturgia todos los años, al final queda sin contenido y vacía. Es algo mecánico.
Otros momentos especiales los experimenté en la Abadia de Poblet, también en mi adolescendia y en una temporada que varios compañeros residimos en este monasterio. Sabido es el culto de la Virgen por el Cirter. No se si quedarme con este hecho sin mas o buscarle algún contenido o significado mas allá de lo meramente devocional. El caso es que todas las mañanas a las cinco de la madrugada, sentado en el coro de la nave de la Iglesia junto con el resto de la comunidad y como música de fondo la Salve Cisterciense, por las ventanas ojivales del presbiterio comenzaba a entrar el sol filtrando sus rayos los cristales lechosos de las vidrieras. Para mi suponía una experiencia emocionanate, gratificante. Una experiencia-vivencia de algo que estaba entre la realidad y la ensoñación. Algo más acompañaba y eran mis posaderas frías por el gélido asiento del coro y la nariz helada por el paseo inevitable por el claustro hasta llegar a la iglesia a esta hora tan temprana. Creo que para los monjes que viven hoy en Poblet este momento continua teniendo su encanto. Aquellos días conviviendo con la comunidad de Santa María de Poblet, sobre todo en las horas de oración y por la majestuosidad y sobriedad del edificio, fueron significativos para mi en cuento a la experiencia de Dios, de lo sagrado, de lo trascendente.
S.Paniker y yo.
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